Todo en una madrugada de un estrenado día 4 de agosto. Muy cerca
del mar, sobre un tejado en pijama, esperando una llamada y una luna llena, colmada
de dieciocho motivos para las dieciocho primaveras.
Las dieciocho
primaveras de Lady Madrid, con pelo largo y tacones infinitos como la sonrisa. Dieciocho
primaveras de esa parte del dúo, a la que puedes llamar Maripuri, Pili o una
de las Superhermanas que no son, si una no está.
Mi amiga, esa que dejo de ser compañera en un
intercambio de pulseras, esa que no quiere sentirse vulnerable pero necesita
mimos en días tontos, la que mata los días tontos con noches de fiesta, la que
sabe que estamos aquí para ser felices y dejar huella. Esa con la que puedes
encontrar mil soluciones para llevar a cabo el asalto al mundo.
Dudas y planes de los trece retomados
a los dieciocho. No había jersey de rombos pero si una camiseta con los mismos colores que marcaba el límite
del cielo.
Cambió la
banda sonora, ya no éramos gigantes ni estábamos locas por unos locos, éramos
superhermanas y nos moríamos por los flacos.
Dos personas felices orgullosas de
su desastre, unidas por la mierda, pegadas con sonrisas, canciones y fotografías.
Dos
amigas fieles al café con cookies en la Gran Vía y a su botella de
Malibu a palo seco por fin de exámenes.
Tanto y tan igual. Noches sin hotel durmiendo
en bancos de la playa, relojes atrasados y fiestas que se alargan. Amigos y amores que pasan, calan hondo y se
marchan.
Una vida que deja de
ser tomada en serio para tomarse en un vaso de vozka y otro de mojito.
Un conjunto
que sigue y se arrugará tomando el sol de
cualquier ciudad.
Un par de amigas y un FELICIDADES en unos eternos DIECIOCHO.
Que no
llegué la primera pero me quedaré hasta el final con ella, dos estrellas y media
de mi corazón, el tesoro mejor guardado en mi ISLA bajo el mar
D E A Q U Í A L C I E L O.