Con
resaca, a dos días de esta nota y unos
mensajes tontos después, comienzo yo a escribir mi balance.
Y es que 2012 ha sido tanto y tan paradójico
como divertido.
Empezó
con las primeras doce uvas en diecisiete años y acabo con dieciocho años
crecidos de golpe, con trescientas sesenta y seis maneras de querer un poco
más.
2012,
18 años y yo he empezado a entender lo que mueve el mundo y con ello, he
buscado lo que quiero que mueva el mío propio. Y en plena búsqueda me encontré con la fragilidad de un corazón duro.
Con un montón de ilusiones que se han ido cumpliendo y un millón de sueños que
ya están en esa lista de apellido trece.
Y no sé
si la búsqueda, como el año, ha sido buena o malo. Pero me enseñaron que hay
medias tintas y que son buenas.
Y podía ponerme tremendista y decir que ha sido
duro, pero no. Ha sido un tanto aleccionador, de comprender que el “yo, me, mi, conmigo no es buen compañero” y
que solo acusa sintigos.
2012. A
base de raspones, nos agrandó el
corazón.
Una
lista de deseos que acabó con muchos de ellos cumplidos. Selectividad aprobada,
noches desgatadas, un verano que nos quemo hasta las desilusiones y los pasillos
de una facultad, que ya no quedan grandes.
La carrera más bonita del mundo y la
convicción de que hay maneras de vivir que nunca cambiaran y siempre amarás.
Porque si, mi familia sigue siendo la mejor del mundo para reír, llorar y caminar y mis
amigos siguen formando parte de ella.
Con ella, hablo de mi felicidad y de todos los trocitos de este año guardados ya en un tarro, como lecciones o
como recuerdos, todos ellos con sonrisa incluida.
Sonrisas
incluidas en momentos de verdad, sueños
apuntados en paredes de ciudad.
La esperanza de que lo mejor está por llegar,
que empieza con 365 oportunidades para la felicidad.
2013 cumple eso de que de lo bueno queda lo mejor. Sorpréndeme.
¿Better
Together? Mucho mejor.
SUEÑOS BONITOS PARA 2013