Aquí estamos.
Así seguimos. Con un pie en la universidad, entre papeles, viendo el verano pasar. Ese verano, el de nuestras vidas.
GANDÍA queda
lejos. Se va llena de momentos, con moreno en la piel y arena en la memoria. De noches de fiesta y tacones, de baños al
amanecer desnudos, un beso de buenas noches por la mañana y un buenos días al
mediodía. El puerto y todo lo que allí dijimos, los bailes encima de la cama,
las quemaduras no solo del sol, éramos cinco un huracán con ganas de volar, de
crecer, cinco que no dejan de ser niñas. Y es que por muchas razones, opciones y
desilusiones encajonadas en un bolso de paja los grandes días de Gandía nos
calaron hondo. MUY HONDO.
Lo de
la ciudad de siempre es distinto, una sorpresa en cada viaje. Y ahora, con
tonos distintos se aleja en una Sanjuanera. Redescubrir las diferentes formas
en las que SORIA te hace subir a Soñar en una noche bajo las estrellas, un beso
de San Juan, una sudadera azul. La vuelta a casa con el amanecer, los recuerdos
enlatados en un caballito de azúcar… Si
esas cosas, todas esas cosas que la hacen la Gloria de España, como decía una
vieja canción de verbena.
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